Muñeco de Trapo

En mi casa vivíamos yo, un perro y un fantasma. Nunca vi al fantasma, el que lo veía era el perro. Al anochecer jugaba en el patio con un viejo muñeco de trapo. Un vez intenté participar en el juego, el perro se enfado mostrándome los dientes. No quería crearles inconvenientes, solo quería jugar con el perro. Pasé un tiempo sin entrometerme entre ellos.

El perro crecía, el fantasma fantasmeaba sin molestar. Una tarde se me ocurrió jugar yo solo con el muñeco de trapo, lo tomé del suelo y corrí por toda la casa buscando donde esconderlo. El perro corrió detrás de mi ladrando contento. El fantasma se enfado, porque el perro ahora prefiere buscar el muñeco y jugar conmigo. Así que decidió a rezar, encender velas ante la imagen de los santos para encontrar el muñeco de trapo. Yo corría feliz por la casa con el muñeco en la mano agitándolo para que el perro jugara conmigo.

Un día, al amanecer, el perro desapareció y el fantasma también. Ahora estoy solo en casa, con el muñeco de trapo, esperando que un día regresen para devolverles su muñeco.

[Rodolfo Yohai]