La vieja vecina de enfrente estaba en la ventana como todos los días. Doblando la esquina llegaba el afilador en su bicicleta y silbando alegremente su ‘Chiflo’ de ida y vuelta.
Buenos días, dijo el afilador.
¿Tiene usted algo que afilar?
-Pues... creo que no.
¡Ah, sí! Espere, ¿Podría usted afilarme la lengua? Es que la tengo un poco gastada.
[Rodolfo Yohai]