HISTRIÓN


Le escuchan las risas que sobrevuelan el patio de butacas. Arriba, en el escenario, el ventrílocuo conversa con su muñeco. La mano puesta en el cuello es suficiente para darle un movimiento aparentemente real. Los niños ríen al oírle hablar, los adultos lo hacen también al compartir los chistes que ironizan sobre la sociedad. El espectáculo termina y los aplausos estallan al unísono, ¡qué bueno es!, exclaman algunos. Cuando los artistas llegan a casa, el muñeco dobla por la cintura al ventrílocuo y lo guarda con cuidado en su caja, hasta la próxima función.

[Maite García de Vicuña]